El Banco de Pagos Internacionales (BPI), una suerte de club de los bancos centrales del mundo, ha lanzado una voz de alerta que resuena en los pasillos financieros: el universo de las criptomonedas y las finanzas descentralizadas (DeFi) ha crecido tanto que podría poner en peligro la estabilidad económica global.

Imaginen la escena: un sector que nació con la promesa de ser una alternativa libre y democrática a las finanzas tradicionales, ahora visto con recelo por las mismísimas instituciones que representan ese sistema que buscaba desafiar. ¿Conspiración maliciosa o preocupación legitima?

La paradoja es evidente. Mientras muchos dentro del ecosistema cripto celebran la creciente adopción como una victoria, como una prueba de su validez y su potencial para empoderar a las personas, el BPI ve en este mismo crecimiento una amenaza latente. ¿La razón? Hemos llegado a un punto, una “masa crítica”, donde los riesgos asociados a este mundo digital ya no son marginales, sino que tienen la capacidad de contagiar y desestabilizar las finanzas que conocemos.

Para entender esta preocupación, es clave ver cómo el mundo cripto ha dejado de ser un pequeño experimento en internet. Instrumentos como los fondos cotizados (ETF) de Bitcoin han abierto las puertas a grandes inversores de las finanzas tradicionales, inyectando cantidades enormes de dinero en el sector. Esto, que a primera vista parece una buena noticia, ha creado un lazo más fuerte entre el precio de las criptomonedas y el comportamiento de los mercados bursátiles tradicionales. Aquel sueño de un mercado cripto independiente, inmune a los vaivenes de Wall Street, parece desvanecerse.

Luego está la “tokenización” de activos reales. La idea de convertir propiedades, bonos o metales preciosos en pedacitos digitales suena innovadora y eficiente. Pero el BPI advierte sobre los “puentes riesgosos” que esto crea. Si, por ejemplo, el mercado inmobiliario tokenizado sufre una caída, las consecuencias podrían propagarse rápidamente a través de las plataformas DeFi, generando un caos de proporciones desconocidas.

Y no podemos olvidar las llamadas “stablecoins” (monedas estables). Estas criptomonedas que buscan mantener su valor anclado a monedas tradicionales como el dólar, actúan como una suerte de autopista entre las finanzas de siempre y el mundo DeFi. Pero la falta de claridad sobre qué realmente respalda su valor las convierte en potenciales bombas de tiempo. Si la confianza en una de estas monedas se tambalea, podríamos ver un efecto dominó que paralice los sistemas de pago a nivel mundial.

Pero la alerta del BPI va más allá de los riesgos sistémicos. También señala una preocupante dinámica de desigualdad. En momentos de crisis, los pequeños inversores, aquellos con menos recursos e información, tienden a aumentar su exposición a las criptomonedas, quizás buscando una oportunidad de recuperación rápida. Mientras tanto, los inversores más experimentados, los que entienden mejor los riesgos, suelen reducir su participación. Es como si los menos afortunados estuvieran comprando en el peor momento, mientras los más astutos se retiran con sus ganancias.

Esta volatilidad extrema del mercado cripto no hace más que agravar la situación. Promesas de ganancias fáciles atraen a personas sin experiencia que terminan siendo víctimas de un juego donde las reglas parecen favorecer a los que ya tienen más poder y conocimiento. Y la DeFi, que se vendió como una alternativa más justa e igualitaria, estaría reproduciendo vicios del sistema tradicional, con prácticas complejas y riesgos ocultos que perjudican a los recién llegados.

La ironía es que la lentitud de los reguladores a la hora de establecer reglas claras para este sector ha permitido que estos desequilibrios crezcan sin control. Sin las debidas protecciones, el mundo cripto se ha convertido, para algunos, en una especie de casino global donde los más fuertes tienen una ventaja considerable.

Ante este panorama, el BPI propone una estrategia de “contención”. La idea no es frenar la innovación, sino aislar los riesgos del mundo cripto para que no contaminen las finanzas tradicionales. Sugieren, por ejemplo, que los bancos que quieran incursionar en la tokenización eviten las blockchains sin permiso, consideradas demasiado peligrosas. También abogan por regular la DeFi de forma similar a las finanzas tradicionales, exigiendo transparencia, conocimiento del cliente y supervisión de los desarrolladores. Y, por supuesto, ponen la lupa sobre las monedas estables, pidiendo reservas sólidas y auditorías rigurosas.

La advertencia del BPI no es un grito contra el progreso. Es un llamado a la sensatez. Las criptomonedas han llegado para quedarse y su potencial disruptivo es innegable. Pero para que ese potencial se materialice de forma segura y beneficiosa para todos, se necesita un equilibrio delicado: fomentar la innovación sin dejar de lado la necesidad de proteger la estabilidad financiera global y evitar que se agudicen las desigualdades. La pelota está ahora en el tejado de los gobiernos, quienes deben actuar con agilidad para evitar que esta “masa crítica” se convierta en el detonante de una crisis con consecuencias difíciles de imaginar.

Bueno, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que el tamaño importa, sobre todo cuando hablamos de dinero y deudas. Un pastel pequeño se comparte sin mayores problemas, pero uno gigante puede generar disputas y desequilibrios. En el delicado arte de prestar y pedir prestado, la magnitud de las cifras puede complicar las cosas muy rápido.

La unión de elementos como garantías con precios que suben y bajan como la espuma, la ausencia de normas claras y mecanismos de protección efectivos, la juventud e impulsividad tanto de quienes crean las plataformas como de quienes las usan, son ingredientes de una receta con alto riesgo. Los peligros siempre han estado ahí, pero ahora que las finanzas descentralizadas son mucho más grandes, esos peligros también crecen exponencialmente. Es un gigante tambaleante que necesita urgentemente reglas de juego claras antes de que su tropiezo nos afecte a todos.

No debemos ser ingenuos; la perfección es solo una ilusión mental. Todo sistema conlleva riesgos, y el mundo cripto con su DeFi no escapa a esta verdad. En lugar de negarlos con vehemencia, la madurez exige ocuparse de gestionar y mitigar esos peligros reales. La acción responsable es la clave.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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